OS ENTREGO MI VIDA

lunes, 12 de julio de 2010

SAN BENITO, PATRÓN DE EUROPA


SAN BENITO DE NURSIA, PATRON DE EUROPA“Pacis nuntius”

Autor: Jesús Marti Ballester


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EL CONSERVADOR DE LA CIVILIZACION CRISTIANA

El Papa Pablo VI proclamó a san Benito Patrón de Europa en 1964 con la carta apostólica “Pacis nuntius”, que añadiré al final en italiano. En ella manifiesta que la escribe a la luz del impulso que san Benito dio al consorcio de los pueblos europeos, a la ordenación de la Europa cristiana y a su unidad espiritual.

Reafirmará Juan Pablo II en su Carta Apostólica “Egregiae virtutis”, la misma declaración diciendo que “la Iglesia al recordar solemnemente el 1500 aniversario del nacimiento de San Benito, proclamado Patrón de Europa en 1964 por mi venerado predecesor Pablo VI, ha parecido oportuno considerar que esta protección sobre toda Europa destacará más si, a la gran obra del Santo Patriarca de Occidente, añadimos los méritos particulares de los Santos hermanos Cirilo y Metodio”. En efecto, el año 480 nace Benito de Nursia, el fundador del monacato en Occidente. Los monasterios benedictinos configuraron la unidad de Europa, desde las costas mediterráneas a la península escandinava, desde Irlanda hasta Polonia.


LA CAIDA DEL IMPERIO ROMANO

El año 480, ya no existía el Imperio Romano, pero ninguna autoridad había llenado ese vacío. Eran tiempos de inseguridad en la que bandas armadas como las de Odoacro, cabecilla de los hérulos, imponen su ley y sus apetencias en la tierra en la que en otro tiempo hubo Césares. Hace casi un siglo que Teodosio declarara el cristianismo la religión oficial del Imperio; ya no hay emperador protector, pero ¿dónde están los cristianos? Si no fuera porque en Roma se estableció cinco siglos atrás la sede de Pedro, los cristianos habrían perdido su punto de referencia mientras las desviaciones de la fe original, como el arrianismo que negaba la divinidad de Cristo, se extienden entre pueblos como los godos, cuyos dirigentes han abrazado el arrianismo abriendo paso a las iglesias “nacionales”, controladas por el poder político. Han comenzado los “siglos oscuros”, un milenio caracterizado por la barbarie. Ésa será la visión de algunos ilustrados del siglo XVIII, como la del británico Edward Gibbon, que hará responsable al cristianismo de la caída del Imperio Romano.


PREPARACION DEL EDUCADOR DE HOMBRES Y DE PUEBLOS

Benito, nació en Nursia con su hermana gemela, Escolástica, que también alcanzó la santidad. Fue enviado a Roma para estudiar la retórica y la filosofía. en torno al año 480, pero decepcionado por la vida de la ciudad, se retiró a Subiaco, donde permaneció tres años en una cueva --el «Sacro Speco»-- dedicándose totalmente a Dios. En Subiaco, sirviéndose de las ruinas de una villa del emperador Nerón, junto a sus primeros discípulos, Plácido y Macario, construyó unos monasterios, dando vida a una comunidad fraterna fundada en la primacía del amor de Cristo, en la que la oración y el trabajo se alternan armoniosamente en alabanza de Dios. Años después, en Montecassino, dio plena forma a este proyecto, y lo puso por escrito en la «Regla», su única obra escrita. Entre las cenizas del Imperio Romano, Benito, buscando el Reino de Dios, sembró la semilla de una nueva civilización, que se desarrollaría, integrando los valores cristianos con la herencia clásica y de las culturas germánica y eslava. En ese año 480 nace en Benito de Nursia, el fundador del monacato en Occidente. Benito era un patricio romano, de una ilustre familia que había sobrevivido a la ruina imperial, y que a los catorce años, se le había enviado a Roma para estudiar y poder ejercer la carrera político-administrativa. El joven Benito se lleva una decepción, pues la Roma que conoce, no es una ciudad para personas serias y honestas; ni nada que se aproxime a la educación familiar que ha recibido. La Urbe de inicios del siglo VI no es en sus costumbres muy diferente a la de algunos Césares, pese a la pátina de cristianismo que la envuelve. Son tiempos de vacío político y moral, y Benito no está muy convencido de que su vocación sea una carrera política. Interrumpirá unos estudios en los que no encuentra la auténtica sabiduría, la que empieza a encontrarse cuando en el alma se va deslizando la sed de Dios. La átmosfera de la milenaria Ciudad le asfixia y huye de ella, al sur de Roma, y en los montes de Subíaco junto a los restos de una antigua villa de Nerón, encuentra búscando a Dios en medio de la naturaleza. La vida de los eremitas de los desiertos de Oriente es trasplantada a Occidente, pero ya no es la vida del asceta solitario sino la de una comunidad, en la que hay un padre, un maestro, un abad al que rodean hijos espirituales. La autoridad ha decaído, en el plano civil y en el político, se ha perdido la dimensión paterna de la existencia humana, que no es algo arbitrario o una forma social pasajera sino un trasunto de la imagen de Dios que es Padre, algo que no eran los dioses paganos ajenos de un verdadero amor.


EVANGELIZACION DE PUEBLOS

Benito, el padre del monacato occidental, marcará el camino para la evangelización de la multitud de pueblos que se extienden por Europa. Los monasterios benedictinos configuraron la unidad del continente, desde las costas mediterráneas a la península escandinava, desde Irlanda hasta Polonia. Pablo VI dice que los hijos de San Benito “llevaron con la cruz, el libro y el arado, la civilización cristiana”. En la Edad Media la fe y la razón no se separaron, la oración y el trabajo encontraron su perfecta armonía. Recordaba Juan Pablo II en 1980, con motivo del XV centenario del nacimiento de San Benito: “no es lícito al hombre fiel a Dios olvidarse de lo que es humano: debe ser fiel también al hombre”. Es un resume del lema ora et labora; la oración y la acción deben ir juntas. El amor a Dios no puede separarse del amor a los hombres. Una fe que se encerrara en sí misma no sería comprensible desde el punto de vista cristiano; una acción, por muy bienintencionada que fuera, que no tuviera como referencia la fe, terminaría por volverse estéril.

Europa es la tierra de la fe y de la razón, no sólo de ésta última, como nos han asegurado algunos filósofos europeos de los últimos siglos. Si fuera sólo tierra de fe, a semejanza de algunas espiritualidades orientales, sus hombres no habrían conocido el afán de superarse en lo material, en definitiva, eso que se llama progreso.Miremos a la India con la revolución de la rueca de Gandhi. Los benedictinos eran hombres de oración, pero también de libro y arado. Progreso intelectual y progreso técnico en tiempos de los bárbaros.

San Benito de Nursia enseñó a los monjes a construir relojes para contar las horas. La regla de San Benito concretaba una serie de horas con las obligaciones, comidas, oraciones y ceremonias a efectuar en cada una de ellas. Los relojes de sol, de agua conseguía el cumplimiento unánime. Tercia mañana, sexta mediodía y nona tarde, eran las horas que se anunciaban en los monasterios y maitines amanecer, prima salida del sol, vísperas ocaso y completas oscuridad, no se anunciaban La hora sexta, dedicada en la regla benedictina al descanso, ha inmortalizado la SIESTA, trascendiendo al mundo asceta y monacal.

INVASION DE LOS BARBAROS

La invasión de Maguncia en el 406 inicia las acciones de los bárbaros que de procedencia germánica en su mayoría iniciaron el periodo oscuro de la historia, arrasando toda Europa. Los vándalos, procedentes de Hungría, llegaron hasta el estrecho de Gibraltar por el que cruzaron en el 429 para someter al Africa romana.

La caída del imperio romano se cifra en el 476, cuando el último emperador, Romulo Augústulo fue ejecutado por el general germano Odoacro, que también fue asesinado en 493 por los ostrogodos. Los visigodos se adueñaron de todo menos del oeste de Hispania. En Oriente se mantenían hasta que irrumpieron los hunos que lo asolaron todo.

Roma sufrió el despojo de todo lo de valor, saqueos, destrucción, destrucción y ruina fueron permanentes. Solo quedaron en pie los templos y basílicas de la Iglesia, Todo acabó con la llegada del rey ostrogodo Teodorico que admirando la cultura romana, gobernó Italia desde Ravena durante 33 años, y supuso un renacimiento del antiguo imperio. Justiniano, el emperador de Bizancio, expulsó a los godos de Italia en el 540 y otra vez Italia fue destruida El desgaste de la lucha debilitó a los bizantinos y poco después perdieron el territorio que les arrebatataron, los longobardos.Todo conocimiento, inquietud y sabiduría se conservaría en los monasterios.

TOTILA DESCUBIERTO

El godo Totila, que avanzaba trinfante a través del centro de Italia, quiso visitar a San Benito porque había oído hablar mucho de él. Quería comprobarr si el santo poseía los poderes que se le atribuían, Totila ordenó que Riggo, capitán de su guardia, se vistiera sus propias ropas de púrpura y lo envió a Monte Cassino con tres condes San Benito saludó a Riggo con estas palabras: "hijo mío, quítate las ropas que vistes; no son tuyas". Riggo informó a Totila que había sido descubierto. Entonces, Totila, fue en persona a vsitar al hombre de Dios y, se atemorizó tanto, que cayó en tierra. Pero Benito lo levantó del suelo, le recriminó por sus malas acciones y le predijo todas las cosas que le sucederían. Al punto, el rey imploró sus oraciones y partió, pero desde aquella ocasión fue menos cruel.


PADRE Y PATRONO DE EUROPA

Con razón podemos considerar a Benito como el Patrón de Europa. Él y sus monjes configurarán los rasgos más determinantes del hombre europeo. Algo que no se debía de haber olvidado ahora en la elaboración de la Constitución Europea. Murió Benito a mediados del siglo VI. Su fiesta se celebra el 11 de julio. Antes que Patrono, san Benito había sido declarado por Pío XII Padre de Europa, en reconocimiento de que su institución monástica había contribuido decisivamente a la creación del espacio espiritual y cultural europeo. En realidad, los monjes benedictinos fueron los primeros que tuvieron conciencia de la nueva realidad postromana, los que sirvieron de puente entre el mundo antiguo y el medioevo, cuando rescataron, cultivaron y transmitieron casi todo el patrimonio grecorromano, sobre todo el pensamiento y el Derecho, dándole además su última y más completa dimensión al injertarlo, como ya habían hecho Pablo y los Padres de la Iglesia, en la matriz evangélica, teológica y espiritual del cristianismo.

Ellos también fueron los que orientaron a la nueva sociedad en su configuración social, política, económica, cultural y religiosa; los que hicieron de la diversidad de esos pueblos una comunidad cohesionada en torno a los mismos valores espirituales, morales y humanistas. Los instrumentos de esa obra fueron la cruz y el arado, la oración y el trabajo, la Biblia y el Derecho romano, el libro y la estética litúrgica, la disciplina y la pax monástica. Por eso los monasterios guardan la memoria y el secreto de Europa. Su recinto es el símbolo de ese espacio occidental: en él se condensa el espíritu, la fuerza, la tensión que engendraron al hombre y al alma europeos.

La construcción de Europa debiera hacerse con los criterios que forjaron las abadías y las catedrales: ellas fueron la obra común del espíritu, de la sabiduría, de la técnica y del trabajo, armonizados en torno a una visión global centrada en Dios y en el hombre

BENEDICTO XVI LE ESCOGE COMO MODELO Y TOMA SU NOMBRE

Giacomo de la Chiesa, estuvo en la Nunciatura ante España y fue Sustituto de la Secretaría de Estado con el cardenal Rampolla del Tindaro y con el Papa León XIII y cardenal y arzobispo de Bolonia con Pío X. Elegido Papa, Benedicto XV, entre 1914 y 1922, quiso e intentó evitar la primera Guerra Mundial. Reformó el Código de Derecho Canónico. Queriendo conseguir la paz en la tierra, piensa en él, pero sobre todo, porque lleva el nombre de Benedicto, pues como admirador de Benito de Nursia, patrón de Europa, desea que una de las claves de su pontificado sea la del fundador del monacato: «Nihil Christo praeponatur», «Nada se anteponga a Cristo». Los hijos de San Benito extendieron el cristianismo por toda la Europa medieval, frente al paganimo, y transmitieron los mejores aspectos de la herencia greco-romana. En las vísperas del Cónclave estuvo haciendo un día de retiro en Subiaco. Había sentido vocación benedictina para dedicarse al estudio y a la oración. Además, el patrón y Padre de la Iglesia Alemana es un monje benedictino, San Bonifacio de Fulda, obispo y mártir del siglo IX. Y dicen que, habiendo sido Benedicto XV sucesor de un santo --San Pío X--, Benedicto XVI, al suceder a otro santo --Juan Pablo II- ha elegido el nombre de Benedicto. Al fijarse en San Benito complementa la atención que Juan Pablo II dedicó a Santos Cirilo y Metodio, evangelizadores de los eslavos. Dos sensibilidades para el mismo objetivo: profundizar en las raíces cristianas de Europa. Y una llamada de atención a los líderes europeos que no han querido que la Constitución recogiera explícitamente las raíces cristianas de Europa. Benedicto XVI, con su fino sentido del humor, ha bromeado recordando que el pontificado de Benedicto XV fue un breve.



SANTIDAD ANTES QUE EVANGELIZACION

Benito no fundó una institución monástica orientada a la evangelización de los pueblos bárbaros, como los demás grandes monjes misioneros de la época, sino que indicó a sus seguidores como objetivo fundamental de la existencia, es más, el único, la búsqueda de Dios: «Quaerere Deum». Sin embargo, sabía que cuando el creyente entra en relación profunda con Dios no puede contentarse con vivir de manera mediocre, con una ética minimalista y una religión superficial. Desde esta perspectiva, se entiende mejor la expresión que Benito tomó de san Cipriano y que, en su «Regla» (IV, 21), sintetiza el programa de vida de los monjes: «Nihil amori Christi praeponere», «No anteponer nada al amor de Cristo». En esto consiste la santidad, propuesta válida para cada cristiano, que se ha convertido en una auténtica urgencia pastoral en nuestra época, en la que se experimenta la necesidad de anclar la vida y la historia en sólidas referencias espirituales.

María es modelo sublime y perfecto de santidad, que vivió en constante y profunda comunión con Cristo. Invoquemos su intercesión, junto a la de san Benito, para que el Señor multiplique también en nuestra época hombres y mujeres que, a través de una fe iluminada, testimoniada en la vida, sean en este nuevo milenio sal de la tierra y luz del mundo.

2 comentarios:

José Aurelio dijo...

Feliz verano, amigo Indalecio. No sé cómo lo haces pero cada día este blog es mucho mejor.
Por cierto con caridad cristiana te recuerdo tus compromisos bloguero-coeducativos para el curso que viene.
Un abrazo.

Indalecio dijo...

Gracias amigo por recordarlo. Y lo mismo, que tengas unas merecidas y tranquilas vecaciones