Dicen los expertos en las Sagradas Escrituras que cielo es un circunloquio de Dios utilizado por el judaísmo tanto en el A.T. como en los evangelios (especialmente en Mateo) para no abusar del nombre de Dios tal y como lo manda el 2º mandamiento. Por lo que podríamos decir que Jesús se realizó plenamente en Dios, porque en la historia de la salvación era el mismo Dios revelado en la carne mortal del hombre Jesús. En esta fiesta de la Ascensión que celebramos la Iglesia se completa el misterio de salvación al que estamos llamados todos: la Unión con el Señor de la Historia, la realización de una vocación iniciada desde la concepción misma de cada ser humano. No existe otra alternativa para el hombre porque es obra del amor de Dios, su existencia es el comienzo de una historia que acabará en el encuentro definitivo con el Padre por la muerte, una historia tortuosa pero no fatalista, una historia en la que, también es cierto, el hombre tiene la posibilidad de decir No pero entonces ¿qué? Juan, en su prólogo lo deja claro, quien rechaza al Verbo por el que todo fue hecho ya ha sido juzgado, él mismo ha escogido las tinieblas. El anuncio de la Iglesia desde hace 2000 años sigue siendo urgente y hermoso: urgente porque nos estamos jugando la vida eterna y hermoso por la "tierra prometida" que nos aguarda: Dios mismo donde seremos semejantes a Él. Vivamos anticipadamente esta realidad gozosa dejando al Señor trabajar en nuestra vida para que nos vaya transformando en hijos como Jesús, hijos dispuestos a proclamar el Evangelio de la salvación como el único valor real porque Dios, repitiendo lo que Jesús manifiesta en el evangelio de San Juan, y cada uno de nosotros somos, seremos una sola cosa.
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