Es probable que la mayor parte de la etnia gitana no esté al corriente de la existencia este personaje tan especial: santo y gitano. Su historia está llena de anécdotas alguna de la cuales revela un sentir hacia los gitanos cargado de prejuicios, un sentir que había y sigue habiendo en nuetra sociedad moderna. Por eso, aprovechando que el día 22 de Noviembre es el Día dedicado a los gitanos, quiero ofrecer un espacio dedicado a un santo de raza calé desconocido para muchos, pero que manifiesta que la santidad no entiende ni de razas ni de sexo ni de color. El día en el que se celebra su santidad es el 4 de Mayo.
Resultan interesantes las palabras que pronunció el día de su beatificación, 4 de Mayo de 1998, el Papa Juan Pablo II, y que están al final de la presente exposición.
Resultan interesantes las palabras que pronunció el día de su beatificación, 4 de Mayo de 1998, el Papa Juan Pablo II, y que están al final de la presente exposición.
Ceferino Giménez Malla, hijo de padres gitanos españoles, conocido como «el Pelé», nació en Fraga (provincia de Huesca), según se estima, el 26 de agosto de 1861, fiesta de san Ceferino Papa. Hoy es el primer beatificado de su raza, y fue seglar de la Tercera Orden Franciscana.
Familia y virtudes
Como su familia, Ceferino también fue un gitano que vivió siempre como tal. De niño recorrió los caminos montañosos de la región, dedicado a la venta ambulante de los cestos que fabricaba con sus manos.
Todavía joven, se casó, al estilo gitano, con Teresa Giménez Castro, gitana también, de Lérida, y se estableció en Barbastro. En 1912 se unieron nuevamente por el rito católico. Comenzó desde entonces a frecuentar la iglesia y fue tenido por cristiano modelo.
Dos cosas llamaban poderosamente la atención de su personalidad: su generosidad con los más necesitados y su amor por los niños, a los que enseñaba catequesis. Fue muy devoto de la Virgen y tratante de caballerías ejemplar y honrado.
Por su reconocida prudencia y sabiduría, lo solicitaban payos (los no gitanos) y gitanos para solucionar los conflictos que a veces surgían entro ellos.
Era muy piadoso: de misa y rosario diarios y comunión frecuente.Y muy caritativo: socorría a todos con sus limosnas. Los hombres buenos a veces van a prisión
Acusado injustamente de robo y encarcelado, fue declarado inocente al comprobarse su inocencia. El abogado que lo defendía dijo, sin imaginar que profetizaba: “El Pelé no es un ladrón, es san Ceferino, patrón de los gitanos”.
Aunque no supo nunca ni leer ni escribir, era amigo de personas cultas y fue admitido como miembro en diversas asociaciones religiosas. “El Pelé” era una institución de virtudes. Las crueldades de una guerra civil.
Familia y virtudes
Como su familia, Ceferino también fue un gitano que vivió siempre como tal. De niño recorrió los caminos montañosos de la región, dedicado a la venta ambulante de los cestos que fabricaba con sus manos.
Todavía joven, se casó, al estilo gitano, con Teresa Giménez Castro, gitana también, de Lérida, y se estableció en Barbastro. En 1912 se unieron nuevamente por el rito católico. Comenzó desde entonces a frecuentar la iglesia y fue tenido por cristiano modelo.
Dos cosas llamaban poderosamente la atención de su personalidad: su generosidad con los más necesitados y su amor por los niños, a los que enseñaba catequesis. Fue muy devoto de la Virgen y tratante de caballerías ejemplar y honrado.
Por su reconocida prudencia y sabiduría, lo solicitaban payos (los no gitanos) y gitanos para solucionar los conflictos que a veces surgían entro ellos.
Era muy piadoso: de misa y rosario diarios y comunión frecuente.Y muy caritativo: socorría a todos con sus limosnas. Los hombres buenos a veces van a prisión
Acusado injustamente de robo y encarcelado, fue declarado inocente al comprobarse su inocencia. El abogado que lo defendía dijo, sin imaginar que profetizaba: “El Pelé no es un ladrón, es san Ceferino, patrón de los gitanos”.
Aunque no supo nunca ni leer ni escribir, era amigo de personas cultas y fue admitido como miembro en diversas asociaciones religiosas. “El Pelé” era una institución de virtudes. Las crueldades de una guerra civil.
La guerra civil española (1936-1939), caracterizada por el choque entre diversas líneas políticas, el anarquismo, el socialismo y el comunismo que campearon en la España republicana, por un lado, y el fascismo de la derecha monárquica nacionalista, por otro, se caracterizó, como es costumbre en las guerras civiles, por los actos de barbarie en que los inocentes suelen pagar los platos rotos, y también los pagan aquellos que mantienen posiciones ideológicas antagónicas o irritantes para los que detentan el poder. Tal fue el duro destino de la Iglesia en la España republicana. Se desató una matanza de cat´´ólicos que llevó al historiador de izquierda Hugh Thomas a decir: “nunca en la historia de Europa y quizá en la del mundo se había visto un odio tan encarnizado hacia la religión y sus hombres”.
Vittorio Messori nos alcanza una cita de Salvador de Madariaga, testigo directo, antifranquista convencido, republicano y exiliado después de la derrota, por lo tanto, lejos de toda sospecha de parcialidad: “Nadie que tenga buena fe y buena información puede negar los horrores de aquella persecución: durante años, bastó únicamente el hecho de ser católico para merecer la pena de muerte, infligida a veces en las formas más atroces”.
Vittorio Messori nos alcanza una cita de Salvador de Madariaga, testigo directo, antifranquista convencido, republicano y exiliado después de la derrota, por lo tanto, lejos de toda sospecha de parcialidad: “Nadie que tenga buena fe y buena información puede negar los horrores de aquella persecución: durante años, bastó únicamente el hecho de ser católico para merecer la pena de muerte, infligida a veces en las formas más atroces”.
La vida por el prójimo
Al inicio de la guerra civil, en los últimos días de julio de 1936, Ceferino fue detenido por salir gritando en defensa de un sacerdote al que los milicianos arrastraban por las calles de Barbastro para llevarlo a la cárcel, y por llevar un rosario en el bolsillo. Le ofrecieron la libertad si dejaba de rezar el rosario. Prefirió permanecer en la prisión y afrontar el martirio.
En la madrugada del 8 de agosto de 1936, Ceferino Giménez fue fusilado junto a las tapias del cementerio de Barbastro. Murió con el rosario en la mano, mientras confesaba su fe: “Viva Cristo Rey”. Juan Pablo II lo beatificó el 4 de mayo de 1997, y estableció que su fiesta para el mismo día del calendario.
La exhortación papal
En su discurso para beatificarlo el Papa dijo que “su vida muestra cómo Cristo está presente en los diversos pueblos y razas, y que todos están llamados a la santidad, la cual se alcanza guardando sus mandamientos y permaneciendo en su amor (cf. Jn 15,11). Resaltó sus virtudes, su amor a los pobres, su inteligencia natural y su don de consejo, y de modo especial su fidelidad a la raza calé.
Añadió el Papa: Su vida cristiana nos recuerda a todos que el mensaje de salvación no conoce fronteras de raza o cultura, porque Jesucristo es el redentor de los hombres de toda tribu, estirpe, pueblo y nación (cf. Ap 5,9).
En el discurso a los peregrinos que llegaron a Roma para la beatificación, mostró el Pontífice especial preocupación por las discriminaciones que los gitanos han sufrido a través de los tiempos el Papa les dijo: “es necesario que se superen antiguos prejuicios que os llevan a padecer formas de discriminación y rechazo que a veces conducen a una no deseada marginación del pueblo gitano.”
Luego los instó a imitarlo en su piedad cristiana y su devoción a María “que vosotros invocáis como ‘Amari Develeskeridaj’, (Nuestra Madre de Dios), para que ella sea la Estrella que guíe y alegre vuestros pasos.”
1 comentario:
Buen artículo
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